jueves, abril 13, 2006
La vida de él, y la de ella
Extracto de La vida de él, y la de ella. Almudena Grandes
(El País Semanal. Domingo 16 de mayo de 2004)
[...]
Ella tiene una edad indefinida, entre los treinta y los cuarenta años, y un aspecto, un carácter, una personalidad que no bastan para explicar por qué está sola, por qué siempre ha estado sola, mientras a su alrededor mujeres que no son más guapas, que no son más divertidas, que no son más atractivas, desatan fervores que ella ni siquiera alcanza a imaginar. Es cierto que en los últimos años ha engordado un poco, que no tiene mucho estilo ni acierta a escoger la ropa que mejor le sentaría, que no sabe maquillarse, pero eso no basta para explicar su eterna condición de mujer impar. Hay algo más, algo que ella no entiende, algo que no sabría explicar, pero que ha detectado sin embargo, hace ya muchos meses, en el vecino del tercero. Por eso piensa en él.
Él es un par de años más joven que ella, pero parece mayor. No es ni alto ni bajo, ni guapo ni feo, ni gordo ni delgado, un hombre normal, de aspecto normal, con un carácter y una personalidad que no bastan para explicar por qué está solo, por qué siempre ha estado solo, por qué a él no le salen los trucos que les funcionan a los demás, darle fuego a una desconocida en la barra de un bar, invitar a comer a una chica de la oficina, pegar la hebra con cualquiera de las mujeres a las que ve cada día en el metro, en el barrio, en el bar donde desayuna todas las mañanas. Hay algo más, algo que el no entiende, algo que ni siquiera sabría explicar, pero que comparte sin embargo con la vecina del quinto. Hace muchos meses que se ha dado cuenta de que esa mujer también es impar. Por eso piensa en ella.
Y ahora es primavera. Eso piensa él, eso piensa ella, y que ahora debería ser todo más fácil. Y cada noche, cada uno en su casa, en un salón donde el sofá sólo está hundido por un lado, en una cocina donde a la hora de la cena, sólo hay un plato, en un dormitorio donde sobra la mitad de la cama, él imagina la gesta de la escalera, cuando la vea, y la pare, y le hable, y la invite, y ella diga que sí, y ella imagina la proeza del portal, cuando se lo encuentre, y le sonría, y le comente el buen tiempo que hace, un clima para pasear, para salir de noche, para ir el sábado a comer al campo. Y así se duermen, hasta que un día, a media tarde, ella sale, él entra, y los dos se encuentran en territorio neutral, ni el portal ni la escalera, sino el descansillo del segundo.
-Hola –dice ella, y no sabe por qué es incapaz de mirarle a los ojos.
-Hola –dice él, y no sabe por qué su cabeza se inclina hacia un lado en lugar de permanecer derecha sobre sus hombros.
Y sin embargo, los dos siguen de pie, callados, sin moverse, durante un par de segundos, quizá tres, antes de seguir sus respectivos caminos. Entonces, él sufre. Entonces, ella sufre. Entonces, cualquiera de los dos daría cualquier cosa por no ser ellos mismos, por ser otros distintos, su cuñado, su hermana, su amigo Enrique, la vecina del ático. Por eso, él toma una decisión. Por eso, ella toma una decisión.
-Oye… -dice él, girando sobre sus talones.
-¿Qué? –pregunta ella, volviéndose hacia él.
-Pues…No, nada.
-¡Ah!
Y así, nada cambia en la vida de él, en la vida de ella.
(Fotografía Bandada de gorriones, por cortesía de Mariano el sano)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
como voy a encontrar al vecino perfecto viviendo en el primero?? aish pero que mal... (me encanta la Grandes :D)
Y yo que vivo y viviré en el 3º. ¿Será una premonición? Me falta por conocer a la vecina de la 5ª:-)
qué grande el relato!!
PD: siempre podéis convocar una reunión de vecinos :P
Bueno tus 3º son con trampa, según los pisos elcheínos yo tb vivo en el 3º... tendré yo tb que conocer a la vecina del 5º? :P
PD- Jara lo mío si que es duro, que no tengo ni 5º!
En mi edificio todos los vecinos están casados y son de la edad de mis padres o mayores. Y sus hijos ya están emparejados y se han ido. Supongo que tendré que cambiar de edificio...
Publicar un comentario