lunes, abril 26, 2010

Marruecos (I)


A groso modo...

Mentiría si dijera que emprendí el viaje sin temor alguno. Nada más bajar del tren me invadió ese miedo a lo desconocido. Una cultura distinta, gente que se mueve hacia todos los lados sin parar, un bullicio ensordecedor. Poco a poco con el paso de los días todo te empieza a ser familiar aunque no dejes de ser un extraño.

Apenas unos metros circulando en el bus aprecias lo disparatado y divertido que puede ser conducir allí. Un vehículo sin claxón no sería nada en Marruecos y es que el "pito" es el gran protagonista en todo momento. No sólo para llamar la atención a otro conductor sino como un signo para hacerse notar, para saludar, para conducir...para pintar sonrisas.

Marrón rojizo. Ese sería el color que definiría mejor este país. Las mezquitas, las casas de adobe, la arena del desierto, la piel teñida por el sofocante calor.

Pero es la gente la que realmente te impresiona. Especialmente en los pueblos dónde te abren las puertas de su casa, y te invitan a saborear un té. Lamentablemente suele ser con el género masculino que es el que puebla las calles. A mi salvo excepciones me costó más entablar conversación con el femenino. Te preguntan de dónde eres, tu correo. Todos tienen algún familiar o amigo que vive allí. Es cierto que en casos aislados por ser guiri, quieren sacar provecho de ti, especialmente en las zonas turísticas de las grandes ciudades. Es allí donde te conviertes en un Euro andante.

Muchos ven a España como un paraíso al que ansian con venir, debido a la falsa imagen de aquellos que marcharon y regresaron con bonitos coches a pasar las vacaciones en casa.

Especial mención refieren los niños. Sin medios materiales como disponemos nosotros, algunos calzaban zapatos grandes, siempre estaban dispuestos a sonreír, a esperarte a un kilómetro de distancia de la escuela a pleno sol para recibirte cubriéndote de besos.

Un país donde la prisa mata y es el calor el que marca los horarios. No es extraño encontrar talleres mecánicos, peluquerías u otras tiendas abiertas hasta amplias horas de la madrugada. Ese calor a pesar de ser tan sofocante, recuerdo un día que marcaba el termómetro los 47 grados, es seco y se puede llevar mejor que el húmedo, aunque siempre es recomendable buscar una sombra donde cobijarse. Los primeros días buscábamos botellas de agua congelada con ahínco. Poco fructífera resultó la búsqueda. A lo sumo fría. Sabios son de no ofrecerla pues una botella de agua congelada podría provocar un corte de digestión en nuestro organismo con tanto calor. Además es absurdo comprarla tan fría, en apenas unos minutos se convierte en agua del tiempo.

Un aroma característico envuelve los zocos, como el comino que aparece en las montañas de especias cuyo color resulta irresistible a nuestros ojos y que baña la mayoría de sus platos como el Tajin de pollo, el Cous cous o la harima. Y de postre sandías gigantes.

No se puede pasar por alto una visita al Hamam, aunque termines como Boomer tras un masaje. Ni la llamada a la oración de las mezquitas a lo largo del día, ni las tormentas de arena...pero esto será contado en otra ocasión.

Beslama ;)



Foto, bruixot. Merzouga 16 de agosto 2009