Otra vez más la llegada del solsticio de verano, despierta el sueño por volver a transportarme a tierras tuteladas por el sol de media noche. Astro capaz de enmascarar las estrellas y la luna enviando al ostracismo temporal a las bellísimas auroras boreales. Disfrutar de la noche más corta del año. Una huida, un sueño posible: un viaje a los sueños polares. En esta ocasión saltar a tiempo del avión, hacer caso omiso a las señales de los técnicos de pista. Aterrizar en un lugar recóndito, sin el peligro de quedar enredado en las ramas de un árbol gigante. Perseguir las paralelas que envuelven el corazón mientras me balanceo a uno y otro costado de las coordinadas que separan el Círculo Polar Ártico. Roma 2985 kms, Madrid 3524, Cabo Norte 680.
Rovaniemi me encierra en su burbuja y yo me pierdo. Me pierdo en los amplios bosques plagados de árboles. Agacho la mirada para encontrar piedras. Piedras escondidas en las fronteras de los gnomos. Las sujeto en la palma de la mano. Con un pincel trazo garabatos de lo bueno y malo del pasado y porvenir. Las apilo junto a un tronco milenario, supervisadas por muñequitas
samis (*) con vestidos rojos y azules. Bebo del licor que me ofrece el gran druida. Cumplida la ceremonia abandono los guijarros con el deseo de que el ritual ocasione el embrujo deseado.
Continúo caminando por el bosque, de vez en cuando a lo lejos aparece un reno. Me guiña un ojo y sonríe. Mientras tanto prosigo mi búsqueda, esta vez de hojas de abedul. Entre rama y rama, las bayas que encuentro por el camino dulcifican mi paladar. Muchas de ellas se transformarán en
mehu (*), néctar favorito de las hadas.
Acumuladas suficientes ramas, entro en la casa pequeña de madera roja, vigilada desde enfrente por su progenitora de idénticos genes a mayor escala. Purifico alma y cuerpo entre vapores de sauna y las hojas de abedul. Otro tazón más de agua a la caldera. Hoy invito yo amigos. El calor me relaja, me invade. Salgo corriendo, el
Kemijoki (*) me espera como buena pareja, para establecer la perfecta unión: frío y calor, dulce y salado. Me revitaliza. Alzo mi mirada al cielo autopista de brujas zigzagueando.
Tras degustar un plato de
kinkkukiusaus (*) me acerco al lado opuesto del Kemijoki, donde a estas horas de claridad oscura comienza a flotar el
sumu (*). Allí la encuentro a ella. Sentada en una silla, su mirada flota en el horizonte del río. Flotamos. Esta vez alcanzo tierra a tiempo. Susurro su nombre. Ana vuelve su mirada. Sonríe al hacerse realidad
la casualidad de su vida, la más grande, la que estábamos esperando.
Mientras tanto, a ti que lees estas letras, te invito a venir conmigo
. Esta noche te estaré esperando mirando al sol. Venga valiente, salta por la ventana (*). Vente de viaje. Un viaje a los sueños polares.
Kiitos.
(*) Samis: pueblo lapón
(*) Mehu: Jugo de frutas del bosque de color rojizo que en Finlandia se bebe demasiado. Debe ser algo propio de los países nórdicos pues en Dinamarca también existe.
(*) Kemijoki (río más largo de Finlandia que cruza Rovaniemi)
(*) Kinkkukiusaus: Plato típico finés
(*) Sumu: niebla que se posa a determinadas horas de la tarde –noche (si se puede considerar noche cuando el cielo está cubierto de claridad) sobre los ríos, lagos.
(*) Sinitaivas: cielo azul.
(*) Kiitos: gracias
(*) Extractos de distintos pasajes de la película “ Los amantes del Círculo Polar”