viernes, octubre 28, 2005

Carolina



Quien pueda asegurar que no se ha enamorado nunca al encontrarse de bruces con una vecin@ suy@, es decir de cualquier ciudadan@ que reside en su mismo municipio, está mintiendo.
Hay momentos en la vida de uno, en los que te planteas que ha llegado la hora de tomar ciertas decisiones. Sí, que va siendo hora de sentar la cabeza y por ello realizar los a priori llamados cambios drásticos, para pasar de adolescente perpétuo a adulto, pero que finalmente, te sigues siendo el mismo niño que eres.
Hacía tiempo que me rondaba ya la idea por la cabeza, y por momentos llegaba a convertirse en obsesión. Ya se sabe, las ceremonias tienen mucho que ver con ello, son caldo de cultivo para el desarrollo de todo ese germen de preguntas; que si la familia, los amigos, las informadoras, las mujeres adultas, bien para interés de sus retoñas o quien sabe si con la misma excusa por el suyo propio “pues a ver cuando te decides, será porque no quieres”.

Aquella tarde me encontraba desorientado, mis piernas me llevaban sin rumbo fijo, intentando conciliarme con mis paisanos, o quien sabe si iría a comprar, al trabajo, a cualquier actividad lúdica, incluso a otro planeta, quizás a Marte, quizás aMarte para siempre. Son cosas que pasan, casualidades. Al doblar una esquina me crucé con ella o ella se cruzó conmigo. Despeinada, con ese aire rebelde que tanto me gustaba y que le daba un aspecto muy atractivo. Desde ese momento supe que era un flechazo en toda regla. Un visto y no visto. No por mi parte. No pude evitar volver la cabeza y ver como su silueta era devorada por la distancia mientras nos alejábamos. A ella no le debí importar, como siempre, al menos fue lo que me demostró en aquel instante. Era un ciudadano más, un ser cotidiano del que no percibes su presencia.

Está claro que el escrutinio de la primera mirada no llegó al quórum deseado. Esto no iba a quedar ahí. No me rendiría tan pronto y si quería captar su atención o captarla a ella tendría que luchar duro. Como son las mujeres!

Poco a poco y sin ningún dato ni señal, fui dando figura a ese ser. Me inventé un nombre, cifras, olores, gustos... Cuando uno se enamora hace muchas tonterías y se pone a investigar sobre esa persona amada. Consultas a tus amistades para ver si la conocen, te arrimas a quien no saludabas, intentas averiguar el teléfono por las guías, sin ni siquiera saber como se llama, cambian tus gustos musicales, sociales, definitivamente todo que os voy a contar. Todo hasta lograr esa ansiada primera cita.

El caso es que conseguí su teléfono por algún modo poco ortodoxo. Incluso su nombre: Carolina, así se llamaba ella. Por fin logré concertar un encuentro con ella, bueno encuentro, simplemente me moví por su círculo de actuación.
Con el paso del tiempo se había convertido en una mujer más madura. Calzaba unos tacones que resaltaban su grandeza y podía minimizarme en cualquier momento desde lo alto de su silueta. Con voz tímida aproveché para preguntarle la hora: "Las cuatro y diez" respondió ella. Espontáneamente le dije si sabía dónde se repartían los sueños. Debió tomarme por un poco loco pero el caso es que sonrío, aunque ella siguió su camino. Desapareció.

Desde entonces sigo teniendo encuentros pasajeros, segundos en los que el corazón da un vuelco y tu cara ofrece la mejor de tus sonrisas. Cierro los ojos y recuerdo esa instantánea. En esos encuentros le susurro si alguna vez ha probado un sueño, que existe un lugar en el mundo en el que las sábanas son algodón de azúcar, las almohadas son de plastilina mientras los colchones tío vivo de feria. “Ya está el chico de los sueños” menciona cuando me ve...y en el fondo tiene razón a mi me gustaría ser su repartidor de sueños y cada noche dejarle una carta bajo la almohada en la que estuviera llena de imágenes, utopías, sonrisas, paisajes y besos.

Pero ya se sabe que todo es difícil de conseguir, y si mi timidez lo permite, no cesaré en el empeño. El que no la sigue no la consigue. Seguiré haciendo esfuerzos sobrehumanos para conseguirte, pasándolo mal, pues así me tratas, pero estoy seguro que en dos años, Carolina serás mía.

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