jueves, diciembre 01, 2005

Lágrimas negras


Quien me iba a decir que me iba a reenamorar a altas horas de la madrugada en una gélida noche de noviembre. Siempre dicen que donde hubo fuego siempre queda la llama.

Apenas son diez pasos los que separan el interruptor de la sala contigua. Suavemente pulso el botón, le doy la espalda a la pantalla. A esas horas la televisión suele crear ambiente, compañía en la vigilia más que captar mi atención.
Me siento en el sofá azul. De la bolsa publicitaria sale un envoltorio de papel de aluminio, en el se esconde un bocadillo que juega con dos mandarinas mientras disfruta de sus últimos instantes antes del desenlace fatal. Al unísono el rumor de la pantalla advierte que hay algo distinto a los vendedores nocturnos. Parece una película interesante. Seguro que es un anuncio. Incrédulo me levanto del sofá. Pulso el botón para cambiar. Empiezo a asesinar al bocadillo. Una entrevista a una chica 10 en otro canal.
Minutos más tarde la duda me corroe. Nuevo cambio manual, esta vez el definitivo. Y allí me encuentro a Fele, con una joven Elena Anaya. Segundos más tarde la escena nos transporta a un parque madrileño. Todo vuelve a repetirse. El flechazo omite mi cena, mi mundo, pacta con mis párpados una tregua sin sueño y allí apareció esa sonrisa cautivadora y sus labios sensuales: Ariadna. Preciosa, a mi edad, hacía un papel de psiquiátrica, rápidamente me rendí a su sonrisa y como Fele yo hubiera dejado toda mi vida por irme con ella al parque de las fieras, a Lisboa. Incluso a Elena Anaya dejó. Que bonito es ser actor y que suerte tienen algunos.

La noche fue pasando, por supuesto debilitando los corazones, hasta que se produjo el trágico desenlace final. Lágrimas negras dejando un sabor amargo después de tanta dulzura. No entiendo como pueden hacer este tipo de películas a las 3:30 de la mañana. Quizás de noche en los peores horarios siempre esté la mejor gente.

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